Las personas siempre se aferran a algo, sin embargo hay personas que eligen ese camino para conectarse con todo y con todos, y hacer de esto su modo de vivir.
Ya no sirve guardar cosas que probablemente ahora carezcan de significado – ropa, regalos, fotos – como trofeos de vida que en algún momento estuvieron conectados a nosotros por razones o circunstancias pero que ya han caducado. Y ese es el tema, la caducidad de todo en la vida, incluso de nosotros mismos, que se pone de manifiesto al final de cada Ciclo de 9 años.
El apego mantiene la ilusión de permanencia. Resistirnos a los cambios, negar la muerte es no aceptar que en algún momento, indefectiblemente, todo termina.
Todo aquello a lo que nos atamos en este mundo, cosas, ideas y personas, se convierte en un pesado lastre que mantiene nuestra conciencia anclada al ras del suelo y no nos permite ver más allá del horizonte.
Es justamente todo lo contrario, la seguridad de nuestra Identidad y de nuestra autoestima no la obtenemos con aquellas cosas a las que nos aferramos, sino cuando perdiéndolas entendemos que la seguridad está en nuestro propio Ser Interior.
Cuando las cosas ya no nos importan tanto, cuando nuestra identidad deja de estar incorporada a nuestras pertenencias, nos convertimos en dueños de nuestra libertad, y es lo que nos permite abrirnos a la Universalidad. Es el fin trascendental que debemos completar en cada Ciclo de 9 años para no vivir el siguiente como una carga, sino como nuestra evolución.
Karina Prevende
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